2012-09-10

Biodiversidad. ¿Más o menos? II

Por Mario Quevedo
 
Continuación de la entrada anterior, en la que cuestionaba el uso excesivo -por descuidado- del término biodiversidad.

Y lo cuestiono porque sin precisar cuál es la referencia, no es útil [1].
  • No permite establecer ni perseguir objetivos cuantitativos.
  • No es consistente; depende del contexto.
En cualquier caso y dejando la semántica aparte, el número de especies en una determinada zona de la tierra, en un momento dado, depende de un notable puñado de factores bióticos y abióticos, de las relaciones de las especies con el medio físico y las interacciones entre ellas. Y la naturaleza concreta de esa dependencia es algo que biólogos de todo el mundo buscan resolver (bueno, mejor no esperéis aguantando la respiración).

Y eso si pensamos en un momento dado, en una foto fija.

Si dejamos que el tiempo entre como factor, el número de especies de un territorio fluctuará con las interacciones y los cambios ambientales. Y con las perturbaciones.
Incluyo un modelo de cambios en biodiversidad (así lo dicen en el original) asociados al desarrollo y cambios de uso del terreno [2]. Sirva para ilustrar la naturaleza dinámica del número de especies.
 
¿Quién es capaz de decir cuantas especies debe albergar, por ejemplo, un ecosistema terrestre? Si ese número cambia en función del ambiente, ¿cómo influirá el uso que el hombre hace de la naturaleza en pleno Antropoceno? No es fácil.

Y por esas dificultades me choca cuando alguien saca a pasear su opción particular de uso del paisaje, ofreciendo casi siempre mayor número de especies.

Bueno, no; siendo justos, suelen ofrecer más biodiversidad. Una vez más, mi imagen de búsqueda detecta preferentemente sentencias tipo "el ganado mantiene el paisaje abierto y la rica biodiversidad de los prados". Pero habrá otros muchos ejemplos, otras imágenes de búsqueda.

Y esa oferta de más especies no es un planteamiento exclusivo de determinados grupos de presión, buscando pseudociencia que les proporcione réditos. Ha penetrado también en el sector académico, especialmente el europeo, tan influido por los ambientes modificados y los paisajes culturales. Y por los propios grupos de presión.

Me permito una malicia momentánea. ¿Cómo de compatible es defender un manejo permanente para favorecer paisajes abiertos, biodiversos, y simultáneamente preocuparse por la deforestación galopante, los incendios, etc.?

Y hay más espinas en el camino de asimilar estado de conservación con biodiversidad o número de especies, sea como justificación de gestión, o como objetivo de conservación. Arriba intento ilustrar la complejidad de la dinámica temporal. ¿Y que pasa con el contexto espacial? ¿Quién dijo simple?


Notas y referencias
[1] Failing L and Gregory R. 2003. Ten common mistakes in designing biodiversity indicators for forest policy. Journal of Environmental Management 68, DOI: 10.1016/S0301-4797(03)00014-8
[2] Fig. 2.1 en: European Environmental Agency. 2006. Progress towards halting the loss of biodiversity by 2010 ( No. 5). 
[3] Mientras escribía estas líneas, entró por Twitter un texto de Corey Bradshaw con argumentos similares. Se ve que lo de la biodiversidad le rasca a más gente.

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Mario Quevedo